Monday

Inquisiciones


Hacemos fuego
con la leña
de las palabras
y el carbón
de las acciones,
pero la ceniza
nos define.

-yo-


Conocí hace unos años atrás a un señor que estaba obsesionado con la perfección, aunque no existe sobre el planeta individuo más “imperfecto”  -y lo entrecomillo porque sin lugar a dudas, todos sin excepción lo somos en mayor o menor grado. Lo que me asombra del hombre como especie, es su gran incapacidad para mirarse al espejo, verse como realmente es, ha olvidado el verdadero sentido de la existencia, del papel que viene a cumplir en la tierra donde las reglas han sido creadas y manipuladas para reprimir y controlar la iniciativa individual, usualmente en pro de fortalecer el alter ego y el poder absolutista donde se asienta. Las llamadas academias, por ejemplo, en cualquiera de sus manifestaciones, ya sean científicas como humanísticas, no han hecho más que retrasar el proceso evolutivo de la humanidad (no me llamo Magdalena, y en todo caso, la lapidación vendría a reforzar mis ideas). La energía esencial ha sido desviada de su curso para ponerla en función de listillos y ambiciosos, se han encerrado entre paredes sólidas los idearios para vigilarlos, exprimirlos y adulterarlos, y el yo colectivo, que se supone actúe armónicamente dentro de la dinámica universal, se ha rendido a los pies de esa imagen de alma mater recreada para someter la libertad del espíritu y la creación espontánea, lo que sin lugar a dudas ha provocado una psicodependencia enfermiza que podría definirse o interpretarse como conflicto edípico social.

En otras palabras, hemos devenido esclavos de la mansedumbre, del rígido status quo-¿complicidad con las reglas de sometimiento?- y estamos a expensas de sus más ardorosos defensores, el clásico “eppur si muove” de Galileo es el slogan honorífico del martirologio cotidiano, no existe invento tecnológico o descubrimiento científico, obra literaria o plástica, que no sea acuchillada y subvalorada por el escrutinio feroz, la intransigencia y la cuadratura del círculo oficialista, o alabada de acuerdo al manual establecido (que como manual al fin, tiene su fecha de caducidad después de décadas de uso y abuso). El progreso, tantas veces vilipendiado por esquemas, prejuicios e intereses de castas e individuos, lentamente despunta cuando debería ser más dinámico y veloz, una de nuestras tareas sistemáticas se ha reducido al traspiés, a las emboscadas, y muy pocas veces al ánimo conciliador, al empuje y apoyo de esas iniciativas muchísimas veces engavetadas en los oscuros archivos inquisitoriales.

El fenómeno en realidad no es complicado, yo diría que es entendible para la mayoría de las personas, al menos procesado inconscientemente, sucede que abrir la puerta a reconocerlo significaría un incremento acelerado de la competencia, y eso (¡eso!)  es inadmisible para aquellos que viven de la inercia y el estancamiento de las ideas y no entienden que en la diversidad se sustenta el verdadero desarrollo humano, y que más que alumnos sumisos, debemos ser maestros de nuestros semejantes.

Los grandes rompedores de la historia  -que para llegar a ello tuvieron que sacrificarse, trabajar mucho y madurar hasta dar con el resultado esperado- fueron víctimas de la censura, la persecución y la aplastante incredulidad de los necios, pero gracias a ellos  -los rompedores, por supuesto- nacieron nuevas corrientes, voces esenciales, movimientos importantes, llegó el hombre a la luna, se compusieron grandes óperas, se pintaron obras que trascendieron y hablaron de épocas donde los retos fueron tanto o más crueles que los actuales y por ellas los conocemos. Si hemos tenido el talento innegable para erigir tronos ficticios y utopías… ¿por qué no emplearlo para derribarlos? That’s is the question… to have a brain or not…


C.K.Aldrey

07-22-2013

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