El
hombre moderno fue seducido por la magia de la Fotografía (en griego grabar o escribir con la luz) gracias al
francés Louis Daguerre que la dio a conocer públicamente en el año 1839, aunque
desde muchísimo antes otros habían aportado descubrimientos e incursionado en
sus técnicas, como el filósofo chino Mo-Di y los griegos Euclides y Aristóteles
(cámara oscura | a.C.). Necesidad de
replicarse, ser eternos de alguna manera, capturar la Historia, reafirmarse con
la idea de cruzar otro siglo y que alguien sepa que alguna vez existimos y cómo
lucíamos, recrear estéticamente el medioambiente, transmitir todo lo que
sentimos a esa tribu cambiante de la humanidad a la que pertenecemos, demostrar
el amor que llevamos dentro y guardarlo como un tesoro en imágenes, desarrollar
la curiosidad por los detalles y reflejarlos, muchas son las cosas que nos
impactan y nos atraen de la Fotografía, como desde tiempos ancestrales
cualquier forma de arte que retrata nuestra presencia en el mundo.
Hace
unos días estaba buscando unos documentos en mi desordenado orden y encontré
unas fotos mías y de mi familia –las cuatro o cinco sobrevivientes del caos
migratorio- y me puse a observarlas atentamente. Me di cuenta que por supuesto
habíamos cambiado bastante, que además las expresiones tenían mucho que ver con
el ánimo no solo del instante, sino de la época, de las tragedias o efímeras
alegrías que sentíamos, y me dije, éstos
éramos nosotros, así vivíamos, así nos vestíamos. En una de ellas estoy en
el jardín del restaurante 1830, tenía 26 años y ya había pasado por
experiencias fuertes: expulsión de la beca, prisión domiciliaria,
interrogatorios en el DTI (Departamento de Investigaciones Técnicas), juicios
populares, registro de vivienda (mi cuarto lo dejaron patas arriba), actos de
repudio, recogidas arbitrarias en los carnavales, asedio policial y de los CDR
(Comités de Defensa de la Revolución), chivatazos, traiciones, es decir, lo
típico en un país gobernado por una dictadura. Normalmente una persona cuando
posa para ser fotografiada sonríe, si no lo hace con los labios de todas
maneras hay ciertos códigos expresivos que denotan el ánimo de complacencia,
especialmente si la foto es tomada por un ser querido. Pues en esta foto
descubrí cuán infeliz me sentía, el rencor, la amargura que en esos tiempos se
adueñaba de todos mis actos, incluso el sexo lo recuerdo con sobresaltos aunque
hubiera sido explosivo y kamashástrico,
siempre había motivos más que suficientes para ser desdichada e invariablemente
las vivencias a las que estaba obligada sustentaban el panorama emocional
cotidiano. Claro, algunas veces fui feliz… quién no lo es aunque sea por un
segundo? Pero el instinto era una máquina imparable, alerta como un reloj,
funcionando a la espera de un nuevo susto.
Nos
pasamos gran parte de la existencia mirando fotos, nuestras y de otras
personas, de familiares, amigos, paisajes visitados o que desearíamos conocer, sobre
todo a partir de la creación de Internet. Es como una necesidad imperiosa de
regresos, encuentros y reencuentros, de verificar que el sentido de pertenencia
es invariable y corresponde a lo que somos, seremos o hemos sido, lo que nos ha
formado por dentro y contribuye a expandir nuestros horizontes. Una foto puede
ser mensajera del tiempo, nos ayuda a “materializar” a nivel de emociones lo
que ya no son más que símbolos recogidos en páginas cerradas para siempre, u
otras que quisiéramos abrir o estamos a punto de repasar.
Cuando
se mira a una foto de alguien que se quiso mucho pero que la vida se encargó de
trazarle un camino muy distante al de uno y por tanto no forma parte del presente,
o sencillamente ya no está en nuestras vidas por X razón… ¿cuál es el
sentimiento que predomina? Podríamos hablar de circunstancias y a partir de ahí
se sabría si fue importante o no su presencia, si todavía persiste algún tipo
de afecto o si regresa el mal sabor que nos dejó en las últimas vivencias
compartidas. Mirar una foto que llega
del pasado tiene muchas lecturas, a veces se sienten punzadas y otras nostalgia,
siempre con sus propias connotaciones, las punzadas pueden ser entre otras
cosas de dolor tanto como de sensación de pérdida irremediable, la nostalgia un
variado formulario que en orden se escribe hacia adentro hurgando en las
memorias. Si la foto es de alguien que
no conocíamos personalmente, que solo era nuestra amiga o conocida virtual, pero
ha muerto y su historia sigue colgada en Facebook, Twitter, Blogger o cualquier
otro sitio de la net… ¿qué sentimos cuando vemos esas imágenes donde ríe, se
está tomando unas copas con amigos y familiares en un cumpleaños o está parada
frente al mar disfrutando un día de playa? ¿Cuántas cosas analizamos si por
ejemplo, al morir tenía apenas treinta y pico de años y su belleza eclipsaba
todo lo que la rodeaba? Uno se dice, se pregunta muchas cosas… “por qué se fue
tan joven”, “cuánto le quedaba por vivir y nosotros aquí, desperdiciando los
instantes en guerras estúpidas con los demás”, “cómo se sentirá su familia”, y uno ve su mundo, su árbol de Navidad, la
sala de su casa, sus libros, los detalles que colgaba en el muro, las flores del jardín que fotografiaba cuando
nacían y mostraba con orgullo a los amigos de Facebook, los comentarios que
escribía alegremente como pie de foto, quizás hasta por primera vez observamos
realmente su mirada, descubrimos las chispas de su ingenio, los matices de su
sensibilidad que como pinceladas multicolores se esparcen por los vericuetos de
su hogar virtual…. y se remueve cierta fibra íntima que nos provoca esa nostalgia
de la que antes hablaba, y sentimos tristeza, un vacío extraño, porque sabemos
que “no está”, que ahora es solo una ilusión, una metáfora, y se ha quedado
ahí, encerrada en esas fotos que nos ofrecen el espejismo de su pasada existencia.
A
veces visito las casas imaginarias de amigos que ya no están, incluso dejo
mensajes con la esperanza de que ellos los lean. Pero sé que no es posible, que
el acto de transgredir el silencio respetuoso que merecen no es más que un
intento fallido de mi egoísmo por hacerlos perdurables, reales como yo, de
amarrarlos a mi corporeidad para que no lastimen las pérdidas y el abandono. Pero al
menos ahí están sus fotos, puedo mirarlos a los ojos y recibir a cambio sus
miradas como si estuvieran vivos.
Carmen Karin Aldrey
10/25/2013
Foto: Karin en el 1830 (1971)
Foto: Karin en el 1830 (1971)
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