La gente se
preocupa mucho por el futuro, casi todo lo que hace, piensa y desarrolla está
fundamentado en las bases quiméricas de ese futuro ya sea por determinismo
biológico o por lo que sea, da igual. Sin embargo, el Universo no se lo plantea
de la misma forma, sencillamente actúa como una vorágine imparable que tiene
como fin destruir lo que él mismo crea. Esas obras maravillosas que el hombre
construye con tanto afán, en pocos milenios serán absorbidas por el fuego del
espacio, los planetas que conocemos irán desapareciendo y la Mona Lisa, con su
sonrisa que invita a la eternidad, no será ni siquiera un recuerdo lejano de lo
que fue la civilización humana, al menos en esta galaxia.
Hace un tiempo
atrás un amigo me decía que yo debería promover agresivamente mis libros, que
si no lo hacía no quedaría constancia en el futuro de mi trabajo, que nadie lo
conocería. En aquél momento pensé que si mi obra pictórica o literaria fuera merecedora de tal circunstancia, es
decir, si quedara algún vestigio de ella que fuera notorio como para ser tomado
en cuenta, definitivamente saldría a la luz de alguna u otra manera en ese futuro,
por otra parte y como ya dije más o menos, inexistente a largo plazo. Algunos
me llamarían fatalista por pensar así, otros me leerían de soslayo, la mayoría
pensaría que tengo las tuercas flojas, pero no lo puedo evitar, lo que hago
está sujeto a un presente que trato de disfrutar al máximo después de haberme
partido el lomo por décadas en el mercado laboral, y sobre todo, después de un
pasado que sí existió y me impidió en decenas de ocasiones hacer las cosas que más
me gustaban. En otras palabras, es el presente lo que importa, lo que hagamos ahora,
porque el futuro puede estar o no estar, sumergido, sepultado o vagando por el
Cosmos encaramado en un aerolito sin rumbo. El hoy es la oportunidad y hay que
defenderlo, usarlo como mejor nos plazca, con respeto y responsabilidad y de
acuerdo a nuestros intereses, nada ni nadie tiene derecho a criticarlo,
interferirlo ni desviarlo, cada cual tiene sus parámetros de existencia. El
mañana es una abstracción, el tiempo impreciso con el cual todavía no podemos
hacer nada, absolutamente nada, solo imaginarlo como mejor nos plazca,
inventarlo, fantasear con lo que no ha ocurrido y quisiéramos que se realizara.
Por otra parte
no niego (aunque parezca una contradicción) que se luche por el futuro, porque
en realidad haciendo el presente el futuro tiene un espacio asegurado
(incluyendo bomba atómica o calentamiento global), es decir, en caso de que
llegase a existir estaría apuntalado con las bases de lo que hacemos hoy. La
obra cotidiana del hombre tiene esa perspectiva, sembrar, cultivar, recoger el
fruto, es una dinámica natural y constante. El hombre día tras día sueña,
dormido y despierto, planifica, construye, erige, y como todas las especies
subsiste a fuerza de seguir ese llamado subconsciente de los organismos vivos, aunque
el presente, repito, es en donde tiene que estar ubicada la prioridad vivencial
y tratar de disfrutarlo lo mejor que podamos.
Ayer conocí a J,
un señor que al igual que yo hace sus compras en una de las bodeguitas de
la calle 8. Todo empezó por una conversación
cuasi colectiva que surgió a partir de un debate sobre el incidente del avión
malayo. J nos decía que basamos nuestras
opiniones en la información que se nos ofrece a través de los medios masivos, y
que si bien tecnologías como Internet nos han abierto un horizonte más amplio
para estar al día de lo que sucede en el mundo, también su influencia es
nefasta en muchas ocasiones. Según su criterio en esa tribuna de información en
la que todos escriben y opinan, existe el desorden, la arbitrariedad y la falta
de seriedad, lo que conlleva a desinformar más que a informar. Ahora bien –le respondí- a pesar de que pueda estar de acuerdo en
parte… ¿acaso no es un derecho opinar, tener un criterio? A lo que él contestó
que una cosa era la información oficial, y otra que las personas no profesionales
de la información propagaran noticias falsas como ciertas, algo que incluso
podría desatar conflictos entre las naciones pues creaba divisionismo y por
tanto grupos de fanáticos y disturbios sociales. Otro señor que estaba tomando
café vociferó desde el mostrador que da a la calle que las noticias también se
manipulan de acuerdo a las conveniencias de los políticos. En ese instante
recordé oportunamente una noticia sobre un matrimonio que se quedó varado en el
aeropuerto de Amsterdam por no haber conseguido pasaje en ese vuelo y se la
comento a J, quien estuvo de acuerdo conmigo en calificarlo como un milagro. Luego
llega un chico que trabaja en la bodega y se incorpora al coloquio, lo primero
que nos pregunta es que si Dios existe, que si alguien le explica
razonablemente la existencia de Dios, al que por otra parte no ha visto nunca
ni ha intervenido jamás cuando lo ha necesitado, él estaría abierto al
análisis, a tratar de entender la posible existencia de un Dios, y de pronto
arremete contra todas las instituciones religiosas clasificándolas de falsas,
ladronas, corruptas y oportunistas. Yo le contesto que Dios existe si tienes Fe, es la fuerza del Universo, la energía que
fortalece al espíritu humano, no está encerrado entre cuatro paredes sino que
se conecta con el hombre a través de la meditación y la entrega espiritual.
-A Dios se le
mira por dentro, es ahí donde habita –le digo.
Entonces nos
cuenta la historia de su mejor amigo que murió a los 30 años debido a un cáncer
fulminante, lleno de llagas y tumoraciones monstruosas, y termina diciendo que
en dónde estaba ese Dios cuando su amigo, joven y buena persona, sufría tanto.
J le dice que “cuando no se tiene Fe no se puede sobrellevar el sufrimiento, la
decadencia del mundo actual se debe ante todo a la falta de Fe, porque la Fe es
esperanza, compasión y perdón, no se puede vivir sin creer en algo que te ayude
a salir adelante, estamos aquí para vivir lo que nos toca y no es Dios el
culpable de nuestras desgracias, somos nosotros mismos… tu amigo se fue joven
no porque fuera abandonado por Dios, ese era su destino y nadie puede
intervenir en el destino de una persona, ni siquiera Dios…”. El chico entonces
decide no cambiar de opinión, sigue en sus trece y mientras se va –porque tenía
que atender el mostrador- nos dice: “En Cuba es dónde se puede comprobar mejor
que en ninguna parte que Dios no existe, vayan ahora para que vean si no tengo
razón”. Entonces J se me queda mirando y me cuenta las peripecias que vivió en
tiempos recientes cuando tuvo que ir a Cuba por el fallecimiento de su madre,
su barrio se había transformado en una favela
inmunda, sin agua ni electricidad, los comercios en ruinas, niños descalzos,
prostitutas, venta de drogas, alcoholismo, chulos, casas derrumbadas, basureros,
chivatería, enfermedades, griterío, peleas de perros y gallos, al extremo que a
los tres días de estar allí no lo pudo soportar y decidió marcharse, y cuando
llegó a Miami estuvo varios días con problemas de “náuseas y malos
sueños".
Al final J, por
demás un individuo afable e inteligente, me dejó como despedida este aforismo: “De
aquí a unos siglos todo habrá desaparecido, vendrá otro Big Bang y todo en lo que
creemos y por lo que hemos luchado dejará de existir, pero no hay que perder la
Fe, mientras estemos aquí será lo único que nos sostenga”. Con un apretón de
manos cerramos un pacto de amistad, quizás efímera o casual, pero avalada por
la magia de la comunicación espontánea, las ideas que se mueven y dispersan por
ese mundo donde todo es posible.
Carmen Karin
Aldrey
07-20-2014
Foto: C. K. A. (Calle 8, Goodwill Store)
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