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Hace muchísimos años, cuando era muy
joven y vivía en la ciudad de Los Angeles, despedí un año a solas en un camping
leyendo a John Keats, fumándome un porro y tomando café americano. Recién había
terminado una relación imposible, de esas que irremediablemente son forzadas a
desaparecer por circunstancias fuera de nuestro control. Me sentía melancólica, fatalista, sedotta e abbandonata, como el personaje
del film de Pietro Germi. Leía una y otra vez este poema perteneciente a un
poemario maravilloso que me había regalado quien me hiciera perder el sueño por
largos meses de aventuras y pasiones:
BRIGHT STAR
Bright star, would I were stedfast as
thou art--
Not in lone splendour hung aloft the night
And watching, with eternal lids apart,
Like nature's patient, sleepless Eremite,
The moving waters at their priestlike task
Of pure ablution round earth's human shores,
Or gazing on the new soft-fallen mask
Of snow upon the mountains and the moors--
No--yet still stedfast, still unchangeable,
Pillow'd upon my fair love's ripening breast,
To feel for ever its soft fall and swell,
Awake for ever in a sweet unrest,
Still, still to hear her tender-taken breath,
And so live ever--or else swoon to death.
Not in lone splendour hung aloft the night
And watching, with eternal lids apart,
Like nature's patient, sleepless Eremite,
The moving waters at their priestlike task
Of pure ablution round earth's human shores,
Or gazing on the new soft-fallen mask
Of snow upon the mountains and the moors--
No--yet still stedfast, still unchangeable,
Pillow'd upon my fair love's ripening breast,
To feel for ever its soft fall and swell,
Awake for ever in a sweet unrest,
Still, still to hear her tender-taken breath,
And so live ever--or else swoon to death.
Hoy, 31 de diciembre
del 2014, hago algo parecido. Entonces regreso a mis
primeros tiempos de emigrada, llegan memorias que fueron desplazadas por otras
en ese caminar continuo del día a día y me asombro de la rapidez con que las
etapas se queman y la edad se multiplica. Pero los recuerdos son regalos del
Universo, incluso los malos y regulares, porque siempre están allí latiendo
fragmentos del ser, de lo que hemos sido y aprendido, las lecciones que
recibimos, los errores que cometimos, las buenas acciones que fuimos capaces de
realizar, lo que nos acompañó en ese viaje mágico de la vida.
Cuando llegué a California recuerdo
que mi padre me planteó vivir en su casa hasta que me graduara. No sé si para
bien o para mal, nunca se sabe, pero preferí trabajar a invadirle su espacio y después
alquilar un studio a unas cuadras de
donde él vivía, de modo que me vi obligada a estudiar por las noches.
Primeramente trabajé en Easy Rest, una
factoría de muebles con un horario de 7am a 3pm, y al pasar de los meses
conseguí cerca de casa una plaza como Teacher
Aide en un kindergarten privado, perteneciente a una viuda bella y silenciosa
pero algo bergante que había sido Mss Filipinas cuando era joven, su marido
había fallecido en un aparatoso accidente en el freeway. Los niños (a excepción de dos guatemaltecos, un cubano, una
puertorriqueña, un brasileño, tres árabes de Qatar y un norteamericano blanco
de madre budista y vegetariana) eran asiáticos, provenían de familias
filipinas, japonesas, vietnamitas, chinas y coreanas, sobra decir que disfruté
mucho esos años, eran niños realmente inteligentes, maravillosos y educados,
con ellos aprendí muchas cosas, entre ellas a comunicarme mejor en inglés, incluso
cuando me equivocaba me corregían, especialmente una niña puertorriqueña que se
llamaba Camille y que ahora no me cuesta decir era una de mis preferidas, tan
alegre, cariñosa y brillante que le robaba el corazón a cualquiera. Aquí en
este trabajo tenía un horario de 7am a 7pm y cuando salía me iba directamente a
mi clase de Inglés conversacional (la impartía Mr Callaghan, un joven irlandés con
el que luego mantuve una linda amistad hasta que falleció de AIDS) que para decir
la verdad nunca he perfeccionado, pero me fue muy útil para el mercado laboral
y luego matricular una carrera en el College y graduarme con mucho esfuerzo.
Me vienen a la mente otras historias,
muchas anécdotas, infinitos encuentros, desencuentros y experiencias
increíbles, gentes que fueron (y son) entrañables, aventuras repartidas por el
ancho mundo en las que siempre recibí iluminaciones, y en cada instante vivido
puedo decir que nunca dejé de agradecer a la vida por sus ofrendas y lecciones,
así hubieran sido dolorosas y recibidas a latigazos, porque vivir es una
responsabilidad, un compromiso, un aprendizaje, y por cada intento fallido,
cada desacierto y desconcierto, cada infortunio que nos tropezamos en el
camino, después hay que hacer lo posible por recompensar con humildad y
simpatía otros espacios que merecen nuestra atención. Lo malo y no tan malo, lo
fatal y siniestro, la falsedad y el encono, el prejuicio y la deslealtad, son elementos naturales de la existencia, pasarles
por encima nos ayuda a estar en paz con nosotros mismos, a vivir mejor. Así sea
difícil y a veces inmanejable, hay que imponerse a lo negativo por sobre todas
las cosas.
Excepto
por el porro -que ya ni sé a qué huele- y la melancolía de aquel amor que me
hizo tener conciencia de la fugacidad de todo lo que existe, este nuevo año lo
esperé leyendo a Keats, como aquél de un tiempo lejano cada vez más radiante, tal y como suelen
ser los recuerdos que nos dejaron la hiel y el almíbar de un gran amor. Al
sonar las doce campanadas -que me hubiera gustado haber escuchado en una Cuba
libre, allá en el patio de la Catedral de La Habana- mi gran amiga de los años
Tamara Lam y yo brindamos con Martinelli’s en compañía de nuestras mascotas y
compartimos las doce uvas de los buenos deseos… a pesar del vocerío, alguna que
otra blasfemia y la estridencia de corridos norteños en la casa vecina que
desde la una de la tarde nos estuvieron arañado los tímpanos. Como bien se
dice: Nothing is perfect! Los demás
también tienen derechos.
FELIZ 2015. NO PROGRAMEN
PROPOSITOS UTOPICOS, SENCILLAMENTE HAGAN LO QUE MAS LES GUSTA HACER.
GOD BLESS YOU.
C.K.Aldrey
01-01-2015
Foto: “Caballo galáctico”,
obra de C. K. Aldrey, técnica mixta sobre lienzo.
Autor de la foto:
Manuel “Manny” Verdecia
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